Soy la Otra de una tal Lola.
La que se alberga en el interior de una dama convencional. Soy las dos. Y de ésta, también soy la Otra.

Cualquier parecido con la realidad en personajes o historias, es mera intrascendencia.

martes, 2 de marzo de 2010

Los estragos del calor

Fué en el mes de julio, tipo cinco de la tarde.
Yo esperaba un autobús sentada en el refugio, era la única sombra en toda la calle.
Los ojos aburridos en dirección a la llegada del autobús. Me sentí observada.
Desde un coche parado por el semáforo, justo frente a mi, un hombre me veía mordiéndose la boca. Miré hacia otra parte enseguida, instintos naturales, y mientras lo hacía comprendí que era mi escote el que había llamado su atención, además yo estaba inclinada hacia adelante, apoyando el codo en una pierna cruzada y sosteniendo mi cara.
Lo normal hubiera sido seguir esperando el autobús, pero estamos hablando de una época en que mis hormonas me tenían loca.
Volví a mirarlo, y esta vez mantuve la mirada.
Iba en un coche de gama media, tenía rasgos latinos, se me antojó cubano y cuando eso pasó lo imaginé contorneandose encima de mi y no me lo pensé.
Me gritó si iba a la ciudad, me hice la inocente.
-Si, voy a la ciudad...
-Quieres que te lleve, voy hasta el centro.
-No se, no será mucha molestia? Además no te conozco de nada...-Y le sonreí.
-Si es por hacerte un favor, que hace mucho calor y los autobuses tardan en pasar....
La verdad es que me había fiado de él desde el principio, es lo que tiene confiar en un sexto sentido.
Mientras hablábamos (y si, era cubano) yo me estaba haciendo toda la película. Cogíamos la carretera, se metería por algún camino sin mediar palabra, aparcaría en alguna zona discreta y se abalanzaría sobre mi boca y mi cuerpo. Me metería mano hasta en el último recoveco, me haría un "desabillé de babas" que tanto me gustan y terminaría penetrándome salvajemente a la voz de un "mamacita!!!" Y luego, como corresponde, me dejaría en el centro, más felíz que nada.
Yo estaba excitadísima.
Pero también pensé que era una locura, que aunque me muriera de ganas por follar con el tipo aquel, podía terminar en cualquier parte y de cualquier manera.
Así que cuando iba a decidir por una cosa o por otra, detrás de su coche paró el autobús.
-Gracias igual-le grité mientras corría a subirme en el autobús.
Pensé mientras tomaba asiento que era una pena desaprovechar esas oportunidades en que la líbido es tan alta que eres capáz de tirarte al primero que se cruza.
De todos modos, esa tarde me bajé en el centro porque había quedado con un amigo para un café y lo que se terciara. De todas formas mi dia acabó en sexo.

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