Soy la Otra de una tal Lola.
La que se alberga en el interior de una dama convencional. Soy las dos. Y de ésta, también soy la Otra.

Cualquier parecido con la realidad en personajes o historias, es mera intrascendencia.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Gevas

Un camino sinuoso lleno de árboles. Una motocicleta guiando mi coche. Un cuerpo fibroso serpenteando se desliza con seguridad a uno y otro lado, casi cae en cada curva y se levanta de su propio peso en la velocidad.
Me gusta aquel cuerpo, me gusta demasiado. Me gusta que domine esa moto enorme, me gusta que me guíe ahora por la carretera con la misma autoridad con la que se aproximó para besarme, la primera vez.
Sade en mi coche inundando con su voz la vista petrificada en aquel cuerpo. Yo conduzco pero toda mi energía lo persigue. Mi calor lo persigue.

Pude haberme entregado. Lola estaba sola y yo me sentía profundamente sola, ambas éramos la combinación perfecta de la soledad. Impenetrables ambas tuvimos que alejarnos. Nos alejamos cuando el peligro invitaba a abrirnos. 
Aquel cuerpo era una cima por la que yo había subido frenética, y frenética me había alzado ella con una pasión desbordante. Con una locura inusual a la que yo no temía.

Sexo constante, ardiente, perpetua llama diría la poesía.  Si, pude haberme entregado. Pude haberla querido.
Pudo haberme enajenado su mano surfeando mi cuerpo,  asiéndome con furia y suavidad desconocida. El arnés que colocó en su cuarto y sujetaba mis piernas. El sexo atropellado al cruzar la puerta, el no dar tiempo a llegar a la cama, despertarnos de madrugada y volver a domar la fiera.

Pero no volví jamás a Gevas.

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